El bosque lluvioso de Ecuador es uno de los biomas más fascinantes del mundo, y en lugares como la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno, hogar de varias etnias como los Cofán y los Kichwa, esta característica alcanza su máxima expresión.
En sus más de 600.000 hectáreas encontramos de todo: bosques tropicales ricos y complejos, con árboles que alcanzan los 40 metros de altura, y zonas inundables como la varzéa, el igapó y el bosque de pantano, repleto de lagunas y ríos. Todo ello produce un alto número de ecosistemas diferentes, que lleva aparejado uno de los mayores niveles de biodiversidad del mundo. Más de doce mil especies de plantas; más de quinientas de aves; más de trescientas de peces; tortugas, reptiles, anacondas, tapires, delfines… y cómo no, la emblemática águila harpía, la más grande de América, la más poderosa del mundo. Y el motivo de que nuestros compañeros estén en esas tierras, colaborando con un proyecto que está estudiando, precisamente, a éste águila.
Hay de todo en esa selva, menos conexión a Internet.
Así que mientras esperamos a que nos lleguen las últimas noticias, les invitamos a conocer un poquito más de cerca algunos de los aspectos del Programa de Conservación del Águila Harpía en Ecuador (PCAHE, http://www.harpiaecuador.org/ ) y de la labor que está realizando Ruth Muñiz, directora científica del proyecto.
Trabajando mano a mano con miembros de las comunidades locales, los investigadores están consiguiendo información interesantísima y vital sobre las águilas, localizando y estudiando las zonas de anidación para conocer mejor la biología de este emblemático animal. Y lo que es también fundamental, divulgando estos conocimientos dentro del contexto de la educación ambiental, y devolviéndoles a los miembros de las comunidades el protagonismo que merecen, enseñándoles las técnicas precisas para que puedan involucrarse aún más en los diferentes puntos del estudio.
Y este, precisamente, es uno de los puntos donde el Proyecto Ukhupacha va a colaborar con el PCAHE, enseñando técnicas de progreso vertical a los biomonitores comunitarios, para que puedan trabajar en condiciones de seguridad en los árboles.
Por otro lado, intervendrán también en dos puntos más técnicos del proyecto, instalando poleas, torres y plataformas de observación en los árboles desde los que se estudiarán los nidos –y que como ya hemos comentado pueden estar a unos cuarenta metros de altura-, y montando también cámaras para grabar directamente los nidos.
Por último -aunque en esto necesitamos la colaboración de las águilas, que esperemos que no se coman a ninguno de nuestros compañeros-, está prevista la captura de varios ejemplares para medirlos y marcarlos con unos rastreadores que pueden seguirse mediante satélite, y que indicarán la situación de los animales en todo momento.
Como ven, sin duda una aventura espectacular, de la que les seguiremos informando en cuanto recibamos noticias nuevas.