Aceptando la invitación de Maritza Villavicencio, Salva y Valentí se separaron del grupo que realizaba exploración en Magdalena y se dirigieron a una zona muy poco explorada llamada “La Joya”. Después de muchas horas de travesía, a unos 3300 msnm, los aloja Floro por 2 días; la casa es pequeña y cálida ( a pesar de las temperaturas bajo cero de la mañana). Aquí se hace vida en torno al fuego.
En la zona de La Joya se hallan numerosas construcciones tragadas por la selva, de entre las que destacan las de dos y tres pisos y aquellas decoradas con frisos.
A unas horas a caballo, se llega a Diablo Huasi, la casa del diablo, una de las muchas paredes plagadas de mausoleos. Al llegar a esta zona se divisa un enorme desplegamiento de andenes. En vista del enorme potencial espeleológico de la zona, Salva y Maritza prospeccionan la zona de dolinas y Valentí se va a tomar fotografías de Diablo Huasi. De nuevo surge la pregunta: ¿cómo conseguirían construir estos mausoleos? Nuevamente, como en Kuélap y otros lugares, los mausoleos están orientados al oeste, al ocaso, donde se pone el sol y acaba el día, a donde deben mirar los muertos.
El día 3, finalmente se inicia el regreso a Chachapoyas, con la esperanza de poder volver el año que viene a este lugar donde nos han acogido tan bien y con tantas posibilidades espeleológicas y arqueológicas.